Miércoles 13. Segunda presentación de Chile en un seminario de más de 320 personas. Una oportunidad para mostrar, en el contexto de las Agencias Regionales de Desarrollo Productivo, lo que hemos hecho en particular en Atacama y en general en el país, en torno a programas de mejoramiento a la competitividad y desarrollo de clústers, como una nueva manera de facilitar el crecimiento de empresas de menor tamaño.
El caso que presenté, junto a la consultora Internacional, Inés Sagrario, fue la reinvención de negocio acuícola en implementación en la región: AquAtacama, cuyo proceso e involucramiento de los diferentes agentes, fue compartido por representantes de al menos cuatro continentes.
Antes de la presentación de Chile, en la sesión de la mañana, los diferentes expositores, nombraron en repetidas ocasiones tres palabras sobre las que los invitó a reflexionar: innovación, educación, emoción y confianza.
Que en Finlandia se hable de innovación, no parece raro. Este país destaca en todos los rankings que incluyen la innovación como indicador importante a la hora de medir competitividad. Sin innovación difícilmente nos podemos acercar a la mejora en la productividad y al crecimiento sostenible.
Tampoco suena raro, escuchar reiterativamente la palabra educación, utilizada en varios sentidos, como aquel acervo que marca la diferencia entre el desarrollo y el subdesarrollo, como aquel capital humano que permite generar encadenamientos virtuosos y atracción de inversiones, como aquella fuente de energía que permite alcanzar el futuro, como aquella necesaria relación entre la academia y la empresa.
Otra de las palabras usadas en las diferentes presentaciones, escuchada en los almuerzos y que tampoco sorprende demasiado, tiene que ver con confianza, ingrediente importante para la generación de capital social y sin cuya presencia no es posible hablar de
complementariedades, asociatividad y/o articulación, elementos en los procesos de encadenamientos.
Sin embargo, que se hable de emoción, cerca del Polo Norte, parece ser una cuestión un poco atípica. Y, es que cada vez, la manera en que ponemos el corazón al hacer las cosas, es más importante a la hora de contrastar los éxitos y los fracasos de las diferentes iniciativas. Creer en lo que hacemos, definitivamente facilita los procesos.
Por Marynella Salvador V.
Directora ARDP Atacama
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